Madrid. España.
A mí me pagan por pensar.
“Puedo ponerme humilde y decir…” que no sé por qué, pero
pecaría de falsa humildad y no se me da mucho, yo sé bien que de este puerquecito
lo que más o menos se salva es la materia gris.
Vivo enamorada de mi cabeza aunque a menudo sea agotador que no se
desconecte y siga y sigue y sigue… a pesar del cuerpo, trabajando, trabajando…
Desde junio pasado Luis y yo tuvimos que enfrentar la idea de
que después de estar casi todo el tiempo juntos, él tenía que ir a vigilar el
valle de Buitrago por si a alguien se le ocurría tirar una colilla y comenzar
un incendio.
Planeamos que mientras él trabajaba lejos yo me volvería una
cuasi monja de clausura dedicada en cuerpo y alma a mi tesis.
Así que por eso, una vez a la semana él viene a casa y es
día de fiesta.
Al terminar su jornada de diez horas baja del valle al pueblo
e intercambia el auto que tiene asignado para el trabajo por el suyo.
Es martes.
Comienza el viaje, el suyo y el mío. Momento de dejar
lo que estoy haciendo y correr a bañarme, mientras platicamos por teléfono
sobre lo que hicimos en el día.
Sí, sí, tenemos puesto el altavoz mientras él conduce y yo
me baño, así medimos el tiempo.
Una hora de trayecto de él hasta San Sebastián de los Reyes,
debe corresponder a terminar la ducha, lavarme los dientes, ponerme la ropa,
maquillarme y ponerme la crema para las rozaduras porque el calor para las
redonditas es cruel hasta por en medio de las piernas y yo aprovecho que el
primer mundo tiene productos hasta para lo más inimaginable.
Luis ha llegado al hospital Infanta Sofía, es el momento
para que yo salga de casa. Vivimos a aproximadamente cuatro pequeñas cuadras
del metro Tirso de Molina. Compro el boleto de diez viajes que me cuesta 12.20
euros y espero -por lo regular después
de las nueve los trenes son más espaciados-, ahora mismo tardará ocho minutos
según lo anuncia el letrero luminoso.
No sé cómo haré al volver a México donde las esperas del
transporte público siempre son inciertas, ahora pienso que quizá aquí se
respete el tiempo del otro, ¿así debería ser siempre no?
Su trayecto:
(Línea diez/azul marino)
Hospital Infanta Sofía
Reyes Católicos
Baunatal
Manuel de Falla
Marqués de la Valdavia
La Moraleja
La Granja
Ronda de la Comunicación
Las Tablas
Montecarmelo
Tres Olivos
El mío:
(Línea 1/azul celeste)
Tirso de Molina
Vodafone Sol
Gran vía
Tribunal Bilbao
Iglesia
Ríos Rosas
Cuatro caminos
Alvarado
Estrecho
Tetuán
Valdeacederas
Plaza Castilla
Chamartín
(Cambio a la línea diez)
Chamartín
Begoña
Fuencarral
Tres Olivos
Y el chiste es buscarnos entre la gente, yo sé que debo
esconderme un poco del foco de atención pública porque en cuanto él me vea va a correr
hasta encontrarme y todos van a voltear a vernos y yo sigo siendo un poco
Jacinta. Le he dicho muchas veces que no lo haga, pero creo que es una
tontería, cómo voy a evitarle ese gesto, si ya se ve tan poco que el amor corra
hacia uno, que bien vale la pena morder un poco el reboso.
Volvemos juntos mientras pensamos qué se nos antoja cenar…
Hoy es jueves día de biblioteca y uno se tiene que procurar las
condiciones exactas, para poder concentrarse sólo en aprehender y producir.
Que no duela nada, ni sea incómodo el lugar; que no se esté
cansada, ni preocupada; no comer ni
mucho, ni poco; poder dedicar el día entero a ello porque si no la atención se
dispersa; traer a la biblioteca los audífonos para crear la atmósfera, entre
muchas otras cosas.
Hoy es un buen día salvo porque aquí está de nuevo la mujer
del vestido de puntitos rojos a la que según la interpretación de Diana -que el
otro día se sumó al día de biblioteca-, le molesta la insistencia de mis uñas
sobre el teclado. Yo como soy despistada no me había dado por enterada, hasta
que esa vez los puntitos rojos me tocaron el hombro y dijeron algo en voz baja, que yo no entendí y
que hasta ahora sigo sin entender; luego
hizo saber con su silla a Diana que estaba justo detrás de ella, que no estaba
tan contenta, nosotros nos reíamos pensando que no era feliz.
Ese día al salir pensamos que quizá es que ellos no están
tan acostumbrados a nuestro estridentismo…porque sí, es verdad, yo soy
escandalosa hasta cuando pretendo no serlo, escribo remarcando mucho la letra
sobre la hoja (hasta sacarme un callo), tecleo, hablo y vivo con la misma
fuerza.
He querido vivir con toda la intensidad que me sea posible
para cuando intente olvidarme desde el sano juicio de mis tonterías,
parricidios y ridículos yo misma me los escupa a la cara.
Voy a comenzar a escribir en tono “académico” que es para lo
que me pagan…
”porque ya no es ayer sino mañana”. Luis ha vuelto al valle y
esperamos que sucedan rápido los días para volver a buscarnos entre la gente
que cambia de andén en Tres Olivos.
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