jueves, 24 de julio de 2014

24-07-2014


Madrid. España.

A mí me pagan por pensar.

“Puedo ponerme humilde y decir…” que no sé por qué, pero pecaría de falsa humildad y no se me da mucho, yo sé bien que de este puerquecito lo que más o menos se salva es la materia gris.
Vivo enamorada de mi cabeza aunque a menudo sea agotador que no se desconecte y siga y sigue y sigue… a pesar del cuerpo, trabajando, trabajando…

Desde junio pasado Luis y yo tuvimos que enfrentar la idea de que después de estar casi todo el tiempo juntos, él tenía que ir a vigilar el valle de Buitrago por si a alguien se le ocurría tirar una colilla y comenzar un incendio.
Planeamos que mientras él trabajaba lejos yo me volvería una cuasi monja de clausura dedicada en cuerpo y alma a mi tesis.
Así que por eso, una vez a la semana él viene a casa y es día de fiesta.
Al terminar su jornada de diez horas baja del valle al pueblo e intercambia el auto que tiene asignado para el trabajo por el suyo.

Es martes.

Comienza el viaje, el suyo y el mío. Momento de dejar lo que estoy haciendo y correr a bañarme, mientras platicamos por teléfono sobre lo que hicimos en el día.
Sí, sí, tenemos puesto el altavoz mientras él conduce y yo me baño, así medimos el tiempo.
Una hora de trayecto de él hasta San Sebastián de los Reyes, debe corresponder a terminar la ducha, lavarme los dientes, ponerme la ropa, maquillarme y ponerme la crema para las rozaduras porque el calor para las redonditas es cruel hasta por en medio de las piernas y yo aprovecho que el primer mundo tiene productos hasta para lo más inimaginable.
Luis ha llegado al hospital Infanta Sofía, es el momento para que yo salga de casa. Vivimos a aproximadamente cuatro pequeñas cuadras del metro Tirso de Molina. Compro el boleto de diez viajes que me cuesta 12.20 euros y espero  -por lo regular después de las nueve los trenes son más espaciados-, ahora mismo tardará ocho minutos según lo anuncia el letrero luminoso.
No sé cómo haré al volver a México donde las esperas del transporte público siempre son inciertas, ahora pienso que quizá aquí se respete el tiempo del otro, ¿así debería ser siempre no?

Su trayecto:

(Línea diez/azul marino)

Hospital Infanta Sofía
Reyes Católicos
Baunatal
Manuel de Falla
Marqués de la Valdavia
La Moraleja
La Granja
Ronda de la Comunicación
Las Tablas
Montecarmelo
Tres Olivos


El mío:

(Línea 1/azul celeste)

Tirso de Molina
Vodafone Sol
Gran vía
Tribunal Bilbao
Iglesia
Ríos Rosas
Cuatro caminos
Alvarado
Estrecho
Tetuán
Valdeacederas
Plaza Castilla
Chamartín
(Cambio a la línea diez)
Chamartín
Begoña
Fuencarral
Tres Olivos

Y el chiste es buscarnos entre la gente, yo sé que debo esconderme un poco del foco de atención pública porque en cuanto él me vea va a correr hasta encontrarme y todos van a voltear a vernos y yo sigo siendo un poco Jacinta. Le he dicho muchas veces que no lo haga, pero creo que es una tontería, cómo voy a evitarle ese gesto, si ya se ve tan poco que el amor corra hacia uno, que bien vale la pena morder un poco el reboso.
Volvemos juntos mientras pensamos qué se nos antoja cenar…

Hoy es jueves día de biblioteca y uno se tiene que procurar las condiciones exactas, para poder concentrarse sólo en aprehender y producir.
Que no duela nada, ni sea incómodo el lugar; que no se esté cansada, ni preocupada;  no comer ni mucho, ni poco; poder dedicar el día entero a ello porque si no la atención se dispersa; traer a la biblioteca los audífonos para crear la atmósfera, entre muchas otras cosas.
Hoy es un buen día salvo porque aquí está de nuevo la mujer del vestido de puntitos rojos a la que según la interpretación de Diana -que el otro día se sumó al día de biblioteca-, le molesta la insistencia de mis uñas sobre el teclado. Yo como soy despistada no me había dado por enterada, hasta que esa vez los puntitos rojos me tocaron el hombro y  dijeron algo en voz baja, que yo no entendí y que hasta ahora sigo sin entender;  luego hizo saber con su silla a Diana que estaba justo detrás de ella, que no estaba tan contenta, nosotros nos reíamos pensando que no era feliz.
Ese día al salir pensamos que quizá es que ellos no están tan acostumbrados a nuestro estridentismo…porque sí, es verdad, yo soy escandalosa hasta cuando pretendo no serlo, escribo remarcando mucho la letra sobre la hoja (hasta sacarme un callo), tecleo, hablo y vivo con la misma fuerza.
He querido vivir con toda la intensidad que me sea posible para cuando intente olvidarme desde el sano juicio de mis tonterías, parricidios y ridículos yo misma me los escupa a la cara.
Voy a comenzar a escribir en tono “académico” que es para lo que me pagan…
”porque ya no es ayer sino mañana”. Luis ha vuelto al valle y esperamos que sucedan rápido los días para volver a buscarnos entre la gente que cambia de andén en Tres Olivos.


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