lunes, 21 de julio de 2014

Diario de un lunes cualquiera

Me levanto en una pequeña cama de mi piso en Tirso de Molina (aunque dice Diana que ya más parece Lavapiés), hace mucho calor en Madrid, me despierto pensando que es un alivio haber vencido la alteración de mi reloj corporal que había hecho de las noches mis días. Tengo el teléfono encajado en la cadera supongo que Luis colgó cuando me escuchó roncar, no lo recuerdo bien.
Quisiera seguir durmiendo, no tengo jefe, puedo hacerlo, siempre he buscado la forma de escamotear a la autoridad dentro de lo que el sistema capitalista me lo permite. Pero hoy no, hoy es lunes, mi día favorito en que todo comienza.
Quiero alcanzar el control de la tele para poner las noticias, de otra forma no vuelvo a enterarme de nada a no ser por el Facebook, “pero dicen por ahí que no es una fuente confiable” y las “buenas personas” se declinan más por los telediarios
¿Pero, no acaso aquí la manipulación está solamente más pensada y manejada?
-¡Levántate ya! ese puto ensayo no se va a hacer solo, y vas a seguir torturándote con eso de que eres pensadora desde la banca, que ya no puedes seguir justificándote con aquello de que quieres seguir preparándote para emitir un juicio sobre esto o aquello.  
“Es que es muy irresponsable” opinar sobre cosas sin ser un “verdadero” informado mínimamente.
Pero “cuánto” es mínimamente; mientras más leo, más pienso que nunca, que quizá lo más prudente, lógico, razonable, ético, es andar por la vida callado.
¡Ajá sí, pero levántate, entre que esto o lo otro, levántate!
La casa es un desastre, descubro en mis nuevas incursiones a las labores de una ama de casa, que ahí el trabajo no termina nunca, vaya como en la lectura…
Hoy dicen las noticias que ayer Israel atacó por tierra a Palestina, el día más sangriento desde que este conflicto se recrudeció.
Estados Unidos dice que debe intervenir ¿y por qué todos debemos de esperar a que lo haga? ¿Con qué derecho se erige como el Dios justiciero de esta era? Y todos lo vemos y no hacemos nada, espectadores de esta película observamos desde atrás de la pantalla porque no estamos del otro lado donde sucede todo.
Los otros están pendientes de quién demonios aventó el misil en donde murieron muchos holandeses, en mi tierra ya chancean con que es la venganza azteca.
Los más serios y “verdaderamente importantes” se debaten entre responsabilizar a Rusia o los pro-rusos, y me pregunto si no ven que es demasiado tonto que Rusia dé argumentos para justificar un conflicto contra ellos, ¿sería absurdo no?
Me hago mi jugo matutino (acelgas, manzana, papayón, piña y jugo de naranja), “dice la gente de bien” que es sano comer frutas y verduras, yo no lo sé de cierto, pero como mi tendencia  es hedonista y sé que tarde o temprano, hoy o mañana,  caeré ante la seducción de una caña o un vaso de vino (nótese vaso que no copa) es la mexicanización del vino, así que cumplo con mi dosis de sanidad con ese compuesto verdoso que más parece brebaje que jugo, pero sabe bien y es lo que cuenta.
Mientras me baño pienso en el tiempo, en los casi noventa minutos que tarda Luis en la ducha y los ocho que tardo yo, nuestra masa corporal no dista mucho, en qué consistirá la diferencia…
-¡Sal ya! que no hay que gastar tanta agua que aquí es más cara.
En la tele debaten sobre el caso de la política que asesinaron hace unos meses aquí en España,
-no recuerdo de dónde era
-ahhh sí de la comunidad de León, (¿es comunidad o provincia?) sigo sin saberlo.
Las mujeres que la mataron ponen de manifiesto sin duda que ya no es exclusivo del género masculino el uso de armas de fuego, la organización, la planeación…
-Huy que casi me siento orgullosa de ellas, “sólo que no lo diré porque no seré bien vista en el marco de lo políticamente correcto”.
Cada vez tardo más en darme una manita de gato, eso es signo de la edad sin duda, la hojalatería cada vez necesita más inversión económica, temporal, anímica y física.
No sé para qué le pienso qué ponerme,  todo se reduce al debate entre mi deseo de comodidad y el intentar parecer mona, y cada vez más opto por los tenis, sólo que mi guardarropa no se ha enterado.
Guardo todo lo que necesitaré en el día en la enorme bolsa, salgo por fin después de dos horas y cruzo a ver si el sitio de yoga en frente de la casa está abierto para preguntar sobre costos y horarios.
Nada, cerrado, apunto el teléfono y emprendo el camino, pensando que quiero tomar el metro, pero es muy caro (22 pesos) y quiero ahorrar y aprovechar para caminar.
Cada vez me cuesta más hacer ejercicio, conforme avanzan las cuadras voy pensando que odio hacer ejercicio…
-Y que sí pues,  sin duda me siento mejor…
-Esa mamaaaaaaaaaaaaaada…
-Es joderse para sentirse mejor…no lo sé… es una idea que no me queda clara…
Avanzo eludiendo mi deseo de subirme al metro, me digo: en la siguiente estación lo decido y así, me voy engañando solita, de a poco…de Tirso a Sol, luego Sevilla, Banco de España, Colón…
Me voy pensando adónde se habrá ido la mamá de Carlitos, la noticia de la muerte de alguien siempre me toma por sorpresa, -bueno a todos creo-, me da por ponerme en el lugar de los que estarán ahí en ese momento, trato de imaginar la escena, Carlos debe estar fatal, pero seguro será el roble que reciba a todos y organice, y haga y vaya y venga, ay Carlitos siempre me faltan las palabras, es que no creo que sea lo que necesites, uno que va a saber, bueno a final de cuentas a mí sólo me da por pensar que no te estarás sintiendo bien y eso me hace estar un poco mal por ti…
Recuerdo a tu madre, la última vez que la vi me sonrió, era diciembre, fui al mercado con mis papás y Santiago, te vi ahí con ella, trabajando, como siempre…recuerdo que me dijo que me veía muy bien y yo traía una cara de cruda que no podía con ella, las sombras del rímel por mi mala costumbre de no desmaquillarme nunca…
Recuerdo que decían las revistas de 15 a 20, Vanidades y demás que lo hicieras porque si no envejecerías más rápido, creo que les faltó decir que envejecen vertiginosamente quienes no son felices, que las risas son mejores que el botox o el lifting y todas esas cosas que compramos...
Hay un sol maravilloso en Madrid, me encanta caminar por las calles de una ciudad que está siempre “in” pensar que estoy “in” por estar ahí, aunque en realidad creo que para estarlo tendría uno que ser omnipresente y asistir a  todos los eventos, galas, estrenos, que hay en la cartelera diaria y si no es así entonces qué sentido tiene estar aquí o en Ocosingo.
Creo que no estoy “in”.
Esos carritos con los que andan las personas que tienen dificultad para caminar por las ciudades del primer mundo son la onda, por qué no podrá tener uno así mi madre y la viejita que carga la basura que recoge de las casas allá en Tuxtla, o el señor que controla el horario de los colectivos de toda la vida de la ruta 9, creo que sería una cosa que ni en sus sueños podrían imaginar, recuperar su libertad, su autonomía, su humanidad, ¿cuánto costarán?
Una niña va caminando junto a su madre que va apoyándose en unos bastones de mano, la mujer se concentra en poder manejar eso que al parecer no hace mucho se ha visto obligada a utilizar.
La niña lleva los objetos de las dos, me llaman la atención los hijos de la multiculturalidad, siempre lo han hecho, me construyo las historias de los primeros encuentros de sus padres, la materialización de dos mundos…la historia.
Mientras lo pienso se ha hecho una boca de botella que no observo porque mi atención está en la niña, el del carrito y la madre dificultan la movilidad del tránsito peatonal y yo embebida en la niña choco con una de esas motocicletas espectaculares que estacionan aquí en las aceras, me estampo completa, toda cuan pequeña y redonda soy, me vuelvo calcomanía por dos segundos. La madre se disculpa, no lo sé por qué ella dice que siente que por ir atendiendo a la niña yo me haya ensartado en la cola de la moto, nada más alejado de la realidad, me espanté por tonta y despistada, ya está; en otros tiempos me hubiera muerto de la vergüenza, ahora creo que ya me está valiendo madre…
Espero en el semáforo y todos tomamos rumbos distintos…
-¡Cómo me canso al caminar!  debe ser el resultado de dejar de caminar una semana…llego a Cibeles y tomo hacia el Paseo de Recoletos, llego a la biblioteca y comienzo el ritual.
Registrar la computadora, me dan la calcomanía, paso la bolsa por el escáner, llevo las cosas a los casilleros, tomo una bolsa y pongo ahí lo que puedo meter y dejo lo que no, siempre me preocupa no tener un euro para ponerlo ahí en donde dejo mis cosas, me angustia tener que interactuar con la gente para conseguirlo, si lo que me gusta precisamente de estar en la biblioteca, es que no tengo que hablar con nadie y viceversa.
Paso a la revisión antes de entrar a la sala, camino por los pasillos de la Biblioteca Nacional que siempre van a ser para mí, una experiencia en todos los sentidos.
Llego a pedir mi escritorio, me asignan el 99, pido los libros que me trajeron de la Universidad de Alcalá y me instalo por fin, qué raro casi nunca me toca del lado izquierdo, me sentiré rara todo el día, es lo malo de ser animal de costumbres…
Segunda parte del ritual, sacar los cables, conectar la computadora, aceptar los permisos de la red de la biblioteca para tener wifi y poder escuchar música mientras comienza la faena de pensar… Reviso rápido los libros y pienso que antes voy por el café que siempre me pone más atenta.
Estudiar no es un trabajo sencillo, pienso en disertar sobre ello, pero ya ocupé mucho tiempo en esta descripción, debo concentrarme en pensar por lo que me pagan…comienzo con una publicación que me mandó Natalia en el Facebook sobre Peter Brook y el encabezado del artículo publicado por El País, “El teatro no es el lugar para el debate”.

-Joderrrrrrrrrrrrrrrr pues empecemos por ahí…

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