lunes, 25 de febrero de 2013

Anecdotario no. 7.



Me di la vuelta para que no te dieras cuenta de que esa mujer había muerto a lado tuyo y seguí recuperando las cosas.

Un hombre con una cara muy dulce, parado junto al autobús lo miraba sin parpadear.
-¿Estaba usted en el camión? –Le pregunté no sé por qué.
-Sí
-¿En qué asiento?
-En el uno. Justo atrás del conductor.
-Pero… ¡A usted no le pasó nada!
-No. De hecho fui de los primeros en salir junto con el chofer, pero ya se fue…
-¿Cómo?
-Salimos juntos pero luego quise saber qué había pasado con el muchacho que viajaba en el asiento de un lado mío, no lo veía por ninguna parte, subí al camión a buscarlo y cuando volví a salir el chofer ya había huido.

Me di la vuelta para seguir buscando lo que hiciera falta.

Otro hombre cruzó una mirada conmigo y no la despegó, caminó hacia mí envuelto en una cobija y al encontrarme me extendió la mano, yo hice lo mismo por inercia.

Tomé lo que me dio sin saber qué era y sin decirnos absolutamente nada.  Él siguió su camino y no lo volví a ver.

Me llevó varios segundos configurar en mi cerebro la idea de lo que era aquel objeto.

¿Una gasa? ¿De dónde la habrá tomado?

La abrí y me quedé pensando: ¿pero…dónde me la pongo si no sé dónde está la herida de la cabeza, si no la veo?

Intenté sólo ponérmela en cualquier parte, pero sentí que no tenía caso y se la puse en la frente a mi madre.

Ahí vi a los niños otra vez…

Temblaban y lloraban…

Una niña como de diez años junto a su hermanita de unos seis que se le abrazaba, escondida entre el vestido.

Me acerqué a preguntarles  si estaban solas.
-Sí,  –me dijo la más grande-.
-Nuestra mamá está ahí dentro.

Seguí su dedo índice con un miedo que ya no encontraba sitio.

Entonces la oí gritar.

Adentro… donde sólo quedaban los que no se podía hacer nada por ellos.

Entonces la oí gritar junto con sus hijas viendo el autobús…

jueves, 21 de febrero de 2013

Anecdotario no. 6



El escenario seguía siendo apocalíptico casi todos los del accidente andaban como zombies caminando lentamente de un lado a otro con sus ojos hinchados, las caras ensangrentadas y sin acertar todavía a saber bien qué pasaba.

Habían transcurrido por lo menos 45 minutos desde que ocurrió todo y uno pensaba que las ambulancias llegarían pronto pero… ¿cuánto es pronto en esas circunstancias?

Junto a mi madre del lado izquierdo una mujer de unos sesenta años está recostada en el pavimento, parece tranquila, no se queja, la tapan por el frío.

Del otro lado unos niños…

Los hombres comienzan a sacar las cosas del autobús, salen por la ventana en una cadena humana bolsas, maletas, almohadas y como iluminada por un cenital en un momento de suspensión temporal:  ¡la bolsa de mi madre!

Corro a buscarla y vuelvo  con  su pastilla de la presión, me agacho junto a ella para dársela con un poco de jugo -que había sobrevivido a los cacahuates… el recuerdo fugaz de los cacahuates enchilados que comía viendo Rango en las pantallas del autobús la noche anterior, cuando todo estaba bien y yo reía a carcajadas con las babosadas de esa rana ¿era una rana?- .

La primera paramédica llegó al lugar, la traía del brazo el esposo de la señora recostada junto a mi madre, le suplica que la revise, él se ve muy angustiado pero yo no comprendo  por qué si no se ve “tan mal”…

Las cosas siguen saliendo por la ventana, una puerta del maletero logra abrirse y todas las cosas comienzan a reunirse en una montaña, ahí está tu sudadera rosa, mi bufanda verde…
¡Esa sí, también es mía!
La bolsa con los quesos y el pan está también ahí mamá, no puedo dejarla,  lo compramos para Gusi, para Chavo, los platos que le compraste en Chiapa a Mayi  y … y son sólo platos y queso sí pero yo… yo sólo quiero recuperarlo todo, sólo quiero recuperarlo todo…

Coloco poco a poco todas las cosas junto a mi madre y en una de esas vueltas escucho:

-Ya no… hora de la muerte: …

Y la tapan, pero no por el frío, la tapan hasta la cabeza…

Pero… pero ¿Por qué la tapan si no estaba tan mal?… ¡No! ¡Esperen!¿Por qué la tapan? ¿Por qué?

Si ella no estaba “tan mal”

domingo, 17 de febrero de 2013

Anecdotario parte no. 5




Muchos habían salido ya y le pedí a aquellos hombres sin rostro en la memoria  que me ayudaran a sacar del autobús a mi madre, entre varios la cargaron y la vi salir por una ventana. No quise perder tiempo y me apresuré a intentar escapar por el lado donde estaba la escalera de la pipa.

Ahora a la distancia los recuerdos son cada vez más confusos y uno no sabe la razón por la que reaccionó de una u otra manera, uno actúa como por la inercia de un cerebro que trabaja como caballo desbocado y en ocasiones las cosas más obvias resultan inadvertidas.

Antes de salir vi el chal rosa de mi madre y lo jalé pensando que ella allá fuera tendría frío, me envolví en él para que no me estorbara y  sin recordar mi pánico a las alturas me aferré a la escalera.

Al llegar hasta arriba me pregunté: ¿Dónde demonios está la otra parte de la escalera?
¡Ay Jenny!  ¡Jenny! ¡Jenny!

Desde arriba contemplé por un momento el escenario, heridos por todos lados y gente que se había bajado de algunos carros para socorrerlos. Nadie había cerca de mí así que sin pensarlo mucho grité:

-¿Por dónde? ¿Por dónde se baja?

Muchos voltearon y me vieron extrañados gritar en lo alto de la pipa, pensando seguramente:¿Qué hace esa loca allá arriba?
-¡Ahí  mismo! ¡Baje por la misma escalera! Contestaron.

No era tiempo para risas pero seguramente que en otro contexto debía ser tan gracioso como estúpido. Miré la escalera pensando: ¡Por la misma escalera claro! ¡Pero qué obvio! ¿Por qué fui hacia arriba en lugar de…? ¡Cómo no pude verlo antes!

Comencé a descender pero el espacio era estrecho, en algún momento la mochila se atoró con algo, tuve que buscar desengancharme rápido yo sola, mi madre estaba  del otro lado y todos muy ocupados en verdaderas complicaciones.

Corrí y la vi recargada en la contención, viendo impresionada cómo había quedado el autobús. La imagen externa era escalofriante, contemplarlo intentaba a organizar las piezas del rompecabezas, buscando entender qué había pasado.

Me apresuré a cubrirla con su chal y vi su rostro ensangrentado, pidió que la sentaran y una vez más aquellos hombres me ayudaron;  yo estaba ya encorvada por el dolor de espalda y cuello.

Habíamos salido y pensé que lo demás sería ya relativamente más fácil…




El frío era terrible,  las primeras luces de la mañana comenzaban a teñir de colores el cielo y nos dejaban ver con más claridad un despertar que no había terminado con la pesadilla.

jueves, 14 de febrero de 2013

Las enseñanzas del maestro...



Santiago mi sobrino de siete años  entra a mi acorazado comiendo una nieve de limón. Interrumpo la lectura porque a su llegada no permite lugar en mi cuarto y mi corazón para nada más que no sea su anécdota del día.

Santiago: Voy a sentarme en esta silla antes de que me mates.

Yo ¿Por qué habría de matarte tan temprano?

Santiago: ¡Por pintar de verde tus sábanas blancas por supuesto! Cuando termine ve preparando tu computadora y tu cama porque hoy tocan los Cazafantasmas.

Yo: Tienes razón, mejor voy yo también por mi helado en lo que te hago tiempo.

Instalados amablemente comiendo nieve de limón y helado de queso con zarzamora (a falta de helado de chimbo).

Yo: ¿Crees que estaría bien que tuviera un hijo Santiago?

Santiago: No sé…depende…

Yo: ¿De qué?

Santiago: Pues si quieres gastar tanto dinero en comida, escuela, videojuegos y todo eso… pues sí.


Silencio. Los helados y las nieves se disfrutan mejor en silencio.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Fragmentos de un diario de viaje.

Un día emprendí el camino hacia el viejo continente buscando llegar por primera vez a Madrid. Como buena mochilera busqué los vuelos más baratos que resultaron ser unos que sólo tienen como destino Bruselas, capital de Bélgica.
Pensé que era un buen lugar para comenzar a descubrir los secretos del viejo continente así que convencí a mi compañer@ de viaje de comprar esas gangas.
Nunca pensé que los idiomas fueran un problema, aunque pobre insulsa monolingüe -al igual que mi compañer@-, siempre defendí mi virginidad lingüística con la teoría de que ante cualquier problema: el idioma universal es el amor.
Lo terminé de creer después de un día completo dando vueltas por la periferia de esa lejana ciudad, no entendíamos absolutamente nada, ni los letreros de los buses, ni cómo sacar los boletos de esas máquinas del infierno que no entendieron nunca de amor...después de muchas horas perdidas vagando sin esperanza logramos llegar al hospedaje, una linda casita como las que vienen en las cajitas de chocolate y mientras emocionada me sumergía en las cobijas cavilé una nueva máxima que propondré debe modificar a la que sirvió de base: PREGUNTANDO SE LLEGA A ROMA...PERO SI SABES EL IDIOMA.

Anecdotario parte no. 4.




-Soy yo Truchita.
-Sí
-Concéntrate en lo que te voy a decir. Antes que todo estamos bien, tuvimos un accidente, pero estamos bien, mi mamá sólo tiene una lastimada en la pierna. Ponle crédito a mi celular y trata de ubicar el lugar del accidente, tienes que estar tranquila porque vas a avisarle a la familia. No sé hasta qué hora voy a poder marcarte, tengo que colgar.
-Sí, está bien, sí.
Guardé el celular en  la mochila, los gritos de fondo eran cada vez más desesperados.
-¡Ayúdenme por favor, no puedo salir de aquí, ayúdenme! Y no puedo menos que recordar todas las series de médicos y las películas de rescate, nadie podrá hacer nada hasta que vengan los bomberos y puedan abrir los fierros, mientras sólo podemos escucharlos.
¡Sólo podemos escucharlos!

Mi madre sigue tentaleando por debajo de su asiento improvisado, rastreando con las manos su bolsa en el piso, como en automático.
-No  busques más mamita, no estamos en nuestro lugar., no busques.
-¿No?
-No.

Los hombres han comenzado a reaccionar, toman los martillos, tapo los ojos de mi madre y cierro los míos, uno, dos, tres martillazos, las ventanas no se vencen,  alguien grita:
-¡Con los pies! ¡Dale una patada! ¡Con los pieeeeeeeeeees!
Por fin se ha vencido.
-Mamá vamos a esperar ¿viste? No vamos a ser las primeras porque taparíamos el paso y debemos dejar salir primero a los que sí pueden caminar. ¡Aguanta! ¡Aguanta ya vamos a salir!
No recuerdo haber visto a la gente salir, ni el tiempo transcurrido, no recuerdo más que ver a niños pasando de brazo en brazo hasta las salidas improvisadas por las ventanas de cada lado del autobús, las cadenas de siluetas humanas rescatando, rescatando, rescatando…
Una pipa fue colocada de un lado para poner al alcance de los heridos su escalera lateral.
 ¿Y los hombres?
 Tendiéndose la mano…