jueves, 25 de agosto de 2016

Te quiero vida mía,te quiero noche y día (...) te quiero con ternura, te quiero con locura, sólo vivo para ti.

Son las 12:32
Dice el reloj de la sala -el que te gusta porque toma la temperatura exterior-, que hace treinta y dos minutos pasó ya el mediodía.
Mañana a esta hora habrá despegado ya el avión de Barajas, rumbo a otra historia de nuestra historia.
Me encanta soñarlo, pensarlo, prepararlo, no sé tampoco sujetarme a lugares, perdóname por eso, por remover tus raíces, tu temperamento sereno…
Será la primera vez que nos separemos por un tiempo largo,
-          ¡No es mucho!
nos repetimos, pero yo te he comenzado a echar de menos desde hace como un mes, cuando la mugre máquina nos mandó la confirmación de vuelo…
De pequeña fueron años de la misma escena…vivíamos en un sitio, lejos de papá porque su trabajo estaba en otro lado…no me pesaba tanto su ausencia como el pensarlo solo, solo de nosotros, que éramos luego solo nosotras y él se quedaba solo, estaba solo.
Perdóname papá,
perdónanos por ser mayoría
porque te tocaba a ti trabajar…
porque separarse de mamá parecía menos malo,
pero yo sabía
yo sé
no es cierto.
Ahora
la misma escena…
Son pasadas las doce, mañana a esta hora habrás vuelto a casa, a comer al Mirador quizá, será la estrategia de los abuelos para paliar la nostalgia, intentarán…
Intentaremos…
Hago ahora maletas en silencio…
Comienzo a contar días para volver a dormir abrazada a tu espalda, a enojarme porque no logro levantarte, a pelear por la cama con Alea que mi pellizca el ombligo y te jala el pelo…
Hago ahora maletas en las que no va tu playera de hojas que tanto quieres y yo detesto, tus 400 cables y tu reloj ese -el que te gusta tanto porque toma la temperatura exterior-, y que dice que son ahora ya las 12:36, menos de las 24 horas que hacen un día, el último de nuestra historia aquí…


lunes, 22 de agosto de 2016

Madrid 1

Cuando llegué por primera vez a Madrid, hace ya cuatro años, me instalé en un piso compartido en Alcalá de Henares.
Han pasado desde entonces infinidad de cosas.
Ahora quiero recordar una del principio que se enlaza con otra del hoy.
Traía como muchos latinoamericanos “la espada desenvainada”, no quería pensar en que estaba arribando a la tierra enemiga.
Todo me parecía que estaba bañado por el oro arrebatado al imperio azteca y todos estos hijos de Cortés no entendían nada de nada.
No me gustaba la comida, me parecía que siempre era la misma en todos los menús.
Me chocaba escuchar el griterío, el dejo de “perdonavidas” con el que andan los españoles por ahí, ajenos a todo lo que es “edpañol, pero no de Edpaña”, así que me la pasaba con los auriculares puestos intentando evadir la idea de que no estaba en México y no lo estaría por un buen tiempo.
Han pasado cuatro años y puedo decir que entendí que el “perdonavidas” es el ancestral gandalla mexicano; que las albóndigas, aunque no tengan chile chipotle si las hace el abuelo Felipe están para chuparse los dedos; que, aunque los bocadillos no tengan más que jamón y queso, es el jamón más rico y el queso curado más apestosamente delicioso; que las cañas son sociales aquí y allá; que tener un océano de por medio no me ha hecho sentir lejos de casa.
Que una familia no tiene nacionalidad.
Madrid, Madrid, Madrid…

Tierra lejana y mía, tan mía como la sangre de la tierra compartida en la más entrañable de las uniones…

viernes, 19 de agosto de 2016

He comenzado a despedirme


 
Quedito
Para que no te dieras cuenta
para que
no me diera cuenta…
He comenzado a despedirme de tus calles, tus aromas, de los cuatro años de mi vida que me di, de los cuatro años de mi vida que nos di…
De la puerta que me abriste
De tu amor
y de tu tierra
De la sangre que me diste
De la carne que te di
He comenzado a despedirme con la panza, con un pequeño hueco de la panza que me avisa, que me alerta, un pequeño chillido inaudible en la nariz, un crujido en el silencio, de tu casa que me diste, de la casa en que parí…
He comenzado poco a poco
poco
de a poquito
a despedirme en silencio
a los oídos de los perros, de la tierra, de la madre,
de la casa en que parí…
He comenzado…
para perpetuarte
acorazarte
rasguñearte los sonidos y las hambres
de la boca que no abro

del ombligo que enterré.

domingo, 31 de julio de 2016

He comenzado a despedirme

Hace ya un tiempo que lo siento...
Que lo sé...
Comienzo a cerrar un ciclo...
No soy buena para eso, no se me da bien, me resisto como cucaracha panza arriba, hasta las últimas consecuencias, hasta que ya no se puede sostener más...lo he hecho con la fiesta, los amores, las ciudades, los amigos, las obras...
No se me da bien pensar en que TENGO que...
Ahora que,  cuando me han echado, cuando la patada brilla en mi trasero, la tristeza me dura un día, espero la noche y el sueño reparador y por la mañana todo puede comenzar de nuevo...
España querida, comienzo a despedirme de ti, no será para siempre, estamos unidas ya con lazos de sangre y amor, a la tierra de mi hija, del amor de mi vida, de la familia que me ha abrazado y cuidado como si estuviera en casa...
Me despido del lapso en que me acogiste por primera vez, me diste amigos y maravillosos recuerdos...

He comenzado a despedirme...

martes, 14 de junio de 2016

Yo quería llegar a Zamora para pensar en Beto.

Yo quería llegar a Zamora para pensar en Beto.
Porque él había nacido en el otro Zamora, el nuestro, el que yo conocía, el de México.
De ahí recuerdo las fresas, había muchas, por todos lados.
La casa de mis tíos, era un departamento bonito, pero casi vacío, mi madre y mi tía no eran tan felices por aquellos días, las premuras por el dinero lo ensombrecían todo, aunque ellas quisieran a toda costa que no nos diéramos cuenta y sonreían siempre que las veíamos.
En aquella casa se encerraron un día Mayari y Paty en el baño y mientras estaban trenzadas en un pleito, sin soltar el cabello la una de la otra, mi madre y mi tía las amenazaban desde fuera con un castigo ejemplar, ellas no oían nada o no querían oír y se mantuvieron así hasta que varios recursos después, un pasador de pelo pudo dejarnos entrar y separarlas.
Después las encerraron de nuevo en otro cuarto, una en cada esquina y hasta que no se hablaran de nuevo, se pidieran disculpas y se abrazaran, no podían abandonar su respectiva esquina
Un día, al volver a casa nos agarró la lluvia a mi tía Mary y a mí, nos empapamos completitas. Yo tenía ganas de hacer pipí y se lo dije.
-Pues hazte.
- ¿Aquí?
-Sí
- ¿Así nada más?
-Pues sí, nadie se va a dar cuenta.
Era verdad, recuerdo que me dije, así que con un poco de pena y sin que inmediatamente respondiera mi vejiga por el frío y la vergüenza me hice pipí en los calzones en medio de la lluvia, recuerdo la sensación agradable y las risas desbordadas de las dos mientras corríamos de vuelta a casa.
Pero de ahí no recuerdo a Beto.
De Beto y Zamora me acuerdo porque él nació ahí, era el bebé nuevo en aquella casa de los tíos.
Él tampoco lo recuerda, pero su acta de nacimiento dice que nació ahí -y eso de alguna manera ha sido importante para él-, así que una vez me habló por teléfono con la voz entrecortada diciéndome que estaba ahí, en la plaza de esa ciudad que no conocía, pero que su acta de nacimiento dice que fue donde comenzó todo, su historia, cuando aún no sabía que iba a ser el Arquitecto Mala Facha, ni que iba a dejar de ser el bebé tranquilo de aquellos días y que de grande le gustarían las canciones rancheras de las rocolas de cantina y aventarse de las cuestas en carretillas de materiales de construcción.
Yo no he vuelto a Zamora, pasé a un lado cuando iba de camino a Guanajuato, la vi de lejos y lo único que pude revivir de aquellos días fueron las fresas, había muchas, por todos lados, como entonces…
Así que me compré una reja e ignoré las recomendaciones del Dar, del Carlos Mario y el Ariel, que me querían meter miedo sobre que las fresas había que lavarlas bien porque podían ser portadoras de todas las infecciones estomacales habidas y por haber…yo los ignoré como tú lo habrías hecho y retando a la suerte comencé a comer una a una las chorro mil fresas que traía la reja, mientras otra vez pensaba en ti…

Así llegué ahora a Zamora, la de acá, la de Castilla y León, en donde no naciste, pero donde igual pensaba en ti.

miércoles, 8 de junio de 2016

De camino a Portugal…Parte II.


No sé si Alea cuando crezca se convierta -por voluntad propia-, en una viajera.
A mí me gustaría mucho que así fuera, sin embargo.  me interesa más tener la certeza de que será lo que a ella se le “rehinche la regalada gana ser…”
Por ahora ya lo es.
Tiene once meses, dos continentes, tres países y dos pasaportes…
A los quince días de nacida viajaba en el metro y recorría La Gran Vía, la plaza mayor, Sol y Atocha. Al mes fue -según el guía-, la participante más joven de un recorrido por el Barrio de las Letras…supo de Cervantes y Lope por sus calles y sus casas, de Santa Teresa por Ávila, de la belleza por Toledo… se ha bañado en el Mar Caribe y en Bacalar…
Alea tiene once meses y los pies ya recorridos, pero no le gusta viajar de espaldas en el auto, como un bebé pequeño, así que en cuanto cumplió con el requisito del peso, cambiamos a la silla en la que va de frente, desde donde puede vernos y controlarlo todo.
Creo que está ya curtida en las estancias largas dentro del carro, aguanta muy bien, creo incluso que sabe muchas más cosas de las que nos quiere o permite hacer saber.
Ahora se ha hecho a la costumbre de que cuando paramos por cualquier cosa, porque nos perdimos o estamos recolocando el gps aprovecha para hacer caca, así que el equipo anti-motines se prepara, extendemos el cambiapañales en el primer lugar que consideramos más adecuado y a lo suyo…luego, pero ya luego…el camino se reanuda.
Este año, inicialmente la idea era ir a Italia, que es mi deuda pendiente, pero con Alea tan pequeña y sin poder hacer esto de parar cuando ella lo necesite, cuando se sienta incómoda y aprovechar para tomar el aire, tirar una mantita y jugar con ella…
Italia puede esperar…
Así que optamos por ir a nuestro aire, andando por debajo del radar, por los pueblitos y los senderos de donde nos han salido ovejas, vacas, ciervos y en nuestro saldo negativo: unas mariposas que por la embriagues de la primavera no pudieron esquivar el carro.
Así que en nuestra hipotética ruta aparecía al final del día darle la sorpresa al hermano de Luis que también cumple años el 16 y celebrar juntos en Valladolid, de paso nos quedaban tres opciones de pueblos con encanto cerca de Madrid que vi en algún reportaje de Flipboard, en la sección de viajes que es la que sigo.
Nos perdimos de nuevo…
Así que de las tres opciones sólo nos quedó Sepúlveda, pero no pudo ser mejor, es bellísimo, no pensé que tanto, en realidad.
Cada vez que el carro avanza todo transcurre en mí como una película, siempre fue así, desde niña…
Porque desde niña, como Alea, yo fui también una viajera…
Tengo recuerdos de sentir los brazos de mi papá por la madrugada, cuando nos cambiaba de la cama a la parte de atrás del jeep que manejaba, colocaban unas colchonetas y unas cobijas y ahí Paty y yo podíamos seguir durmiendo, al despertar ya estábamos muy lejos de casa y mamá nos ofrecía algún taquito de algo, para continuar el camino…


viernes, 27 de mayo de 2016

De camino a Portugal para celebrar 41 años de vida. Parte I. Los preparativos



Hay pruebas irrefutables de que uno se va haciendo grande, no viejo, ni maduro, ni chavorruco, ni juicioso; sino sólo, simple, aburrido, anodinamente grande.
Uno poco a poco va recogiendo -como Hansel y Gretel las migas-, indicios que la parte de uno que se va haciendo grande se las va amorosamente dejando a la parte tozuda que quiere continuar perennemente por la vida, libre de fatigas y arrugas.
Yo hace tiempo los voy encontrando por el camino.
Uno de ellos por ejemplo, es la espontánea necesidad de la limpieza y el orden,
Recuerdo que hasta muy entrada edad, cuando ya trabajaba y tenía responsabilidades de adultos, esta necesidad no habitaba en mí.
Vivía en espacios donde reinaba la soltería y el caos, algún día también escribiré de ello antes de que la traicionera memoria se lleve consigo todo.
No entendía por entonces, esas ideas de lavar rápido los trastes para que no se junten, cuidar los gastos de agua y luz para pagar menos, oler la ropa -ya no para ver si aguantaba otra puesta-, sino para ver si está bien lavada y...
Eso eran cosas de madres, de esas madres fatigosas que no tienen otra cosa que hacer mas que andar buscándole tres pies al gato...
Uno va encontrando las señales de que se va haciendo grande y a veces las reconoce y las recoge con un poco de dignidad y sin darle mucha importancia, a veces las ignora por un tiempo hasta que son tan evidentes que te impiden el paso, a veces...
Llevo años haciendo maletas, muchos años, toda mi vida quizás, aunque de pequeña mi mamá las hacía por mí y fueran tarea mía hasta que el teatro me llevó por primera vez fuera de casa por aquellos universitarios días.
Durante dos décadas hice maletas grandes y pequeñas, en mi auto por ejemplo, -por rigor y por cualquier cosa- habitaban de fijo dos maletas, una de frío y otra de calor.
Uno nunca sabe...
Ahora hago tres maletas, Luis dice que nosotros podemos tener una juntos, pero yo insisto en que sería insuficiente, y Alea...ayyyy mi Alea...
Ahora hago tres maletas subdivididas en otras diez o doce maletitas que puedan contener y hacer un poco más eficiente el viaje.
La de Luis no es mucho, en realidad él se quedaría muy tranquilo con llevar la ropa puesta y algo para dormir, eso sí, es el encargado de hacer las submaletas de todo lo que tiene que ver con las baterías. cargadores, cámaras, computadoras, libros electrónicos y la respectiva información de tomas de corrientes del destino al que nos dirigimos.
Yo dije durante mucho tiempo que una mujer podía salir de cualquier lugar simplemente con su teléfono móvil para cualquier emergencia, una tarjeta bancaria y las llaves de su carro, con esto cualquier mujer podía salir a conquistar el mundo.
Yo dije...
Para Portugal Alea viajó con una maleta para su ropa, saco de dormir, una bolsa de pañales, toallas húmedas, latas de leche, potitos, etc., una pañalera grande con su cambiapañales, trastes, cucharas, lentes para el sol, bloqueador, toallas para manos y cara, toallitas desinfectantes, etc., una pañalera de mano con su comida del día, babero, etc., una bolsa mediana de juguetes, una carreola, una, una, una...
Yo dije...
Para Portugal, el viaje inició con la organización de las tres maletas y las diez o doce submaletitas...algo leve, no tan heavy, porque sólo nos vamos por una semana de vacaciones antes de que Luis entre a trabajar y venga la joda más grande con el cierre de la tesis...
Para Portugal el viaje comenzó días antes, con el cumpleañazo previo y la organización de las maletas...
Antes yo decía que una mujer podía...

jueves, 12 de mayo de 2016

Qués la muerte






Qués la muerte
Un saco de huesos en una mesa.
Qués
Sino eso que ya no eres, lo que ya no habitas, donde no estás.
Qués la muerte
Tu cuerpo como un saco de huesos y el corazón de todos ahí
Donde ya no eres, ni estás, ni habitas.
Qués el cuerpo en la mesa de huesos rotos en que ya no estás
Qués
Los huesos en la mesa donde ya no habitas, ni estás, ni…
Res
En los huesos de la mesa rota en que ya no estás
Qués la mesa rota en los huesos donde ya no habitas, donde ya no estás, ni estarás…
Qués
Quésssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss
Sino la mesa rota en los huesos del corazón de todos
donde ya no habitas, ni estássssssssssssssssssssss, ni eres

sino
mesa
corazón

huesos


martes, 10 de mayo de 2016

Hasta pronto Martín

Hoy es un nuevo día.
Me levanto con la resaca de un diez de mayo vivido a la distancia en donde el furor no enardece como en México.
Aquí las mañanitas no despiertan a la gente a las cuatro de la mañana ni los cuetes espantan a los perros.
Yo me había levantado bien, pero a mi mamá le dio el diezmiyazo (fenómeno similar al cumpleañazo, que consiste en caer en estado depresivo ante el inevitable recuento de los años y los daños) así que de pronto, estaba imbuida por el lejano vértigo del día de las madres mexicano. Luis lo comprendió y volvió pronto con Alea que de paso había despertado sin dejar de decir mamá, mamá…así que Luis leyó una inevitable transferencia de la empatía mexicana y me la trajo de nuevo a los brazos…
Ellas, allá,  estaban felices…
Fueron al botanero, compraron pastel y me mandaban mensajes por wats y videos de cuando destaparon los regalos, yo me metí a  la cama con una cerveza, pero ya feliz con mi enana en brazos, metidos los tres en la cama.
En medio de todo eso, te fuiste tú, Martín.
Me levanté tarde a trabajar, eran las seis y media y tenía mensajes de Paty, de Gusi y de tu hijo.
De tu hijo Martín, pero si ni el teléfono nos habíamos dado.
Mi hermana estaba un poco en shock. Hablamos por Skype y me lo contó.
No convivimos mucho, lo sabes. Crecimos en ciudades distintas, con familias distintas, ideas distintas. Nos vimos dos o tres veces, mientras crecíamos y el tío Salvador unía a la familia, cuando él se fue, se fue también la familia a la chingada; pero no tú.
Aparecías de pronto, intempestivamente, con tu cara redondita, tu cuerpo afable, y me abrazabas, mientras me decías ¡primaaaaaaaaaaa!
Me gustaba ir a verte, saber que estábamos unidos por sangre, que éramos familia.
Aunque Patricia y yo crecimos lejos, de todo y de todos. La idea de familia era un concepto remoto, ajeno y con ello, las muertes.
Se han ido despidiendo personas extrañas, que nos cuentan de ellas, que fuimos familia; pero tú no.
Tú nos buscabas, intentabas recordarnos que, pese a la distancia, estábamos unidos, que somos familia.
Paty está enojada, muy enojada, porque dice que la vida se lleva pronto a los mejores, que la flaca se llevó contigo a una buena persona, ¡ya estará contenta! pasará mejores días.
Yo estoy lejos para abrazar a tu hijo, que me ha escrito, nunca he sido buena para esto, no puedo imaginar un dolor tan grande…
Hacemos los preparativos para que mi padre vaya a Querétaro a despedirte y acompañe a tu padre.
Yo no quiero pensar en que no te volveré a ver, estoy ya de por sí muy lejos.
Prefiero pensar que nos esperas del otro lado, en una mesa grande donde hay tacos de carnitas y barbacoa, cerveza y tequila, dile al tío Salvador que ahí ya no le valdrán sus reglas de patriarca y que podremos todos beber y fumar en su presencia, que hemos crecido y nos hemos multiplicado, besa a tu madre por el día, que decidiste darle el regalo de verte junto a ella.
El sol está ya entrando por mi ventana, ha dejado de llover, se alejaron las nubes que habían cerrado el cielo casi por una semana y puedo ver de nuevo el sol.
En México es de noche, seguro que los nuestros no podrán hoy dormir, estarán sumidos en la oscuridad de una noche muy larga, quisiera decirles que acá ya salió el sol, que yo sí pude dormir porque de este lado amanece siete horas antes y que el sol salió radiante, venció las nubes oscuras con las que libró batalla por siete días y que estoy segura que lo hizo para mí, para nosotros, para hacernos saber que el tiempo gris pasará y volverá a brillar el sol, ahí donde quiero pensar que desde ahora habitas y nos esperas en una mesa larga donde hay carnitas y barbacoa y cervezas y tequila…


viernes, 6 de mayo de 2016

¡YO TAMPOCO SÉ QUÉ PUTAS ES EL ARTE!



Me pregunto el por qué me enoja tanto
No puedo evitar que me descoloque.
Quiero mucho a mi tierra, en eso no tengo la menor duda, pero me enferma que, en los terrenos del arte, ahí, se navegue frecuentemente por territorios pantanosos.
Tengo con regularidad un debate entre el ser amable y tolerante con las buenas voluntades creadoras, generadoras, propositivas del fomento cultural y/o decirlo abiertamente: ¡A veces no tienen la más mínima y puta idea de lo que hablan! Y yo tampoco, que eso se quede claramente escrito y hasta con mayúsculas:
¡Yo tampoco sé qué putas es el arte!
Lo olvidé, dije que, con mayúsculas, aprovecho para reiterarlo:
¡YO TAMPOCO SÉ QUÉ PUTAS ES EL ARTE!
Y considero que este puede ser un buen punto de inicio. Partir de ahí para generar mesas de diálogo al respecto, de reflexión, donde nos acerquemos todos -o por lo menos esos de la buena voluntad que están interesados en EL ARTE- para discutir al respecto.
¡DEBATIR!
Siempre me hace Luis esa precisión, nunca le he aceptado que tiene toda la razón, pero la tiene.
Debatir que puede ser que no todo lo que se escribe, pinta, canta, actúa… puede ambicionar ser arte.
Puede, solamente puede…


“(…) todos discuten sobre teatro, desde quienes pertenecen legítimamente a él, hasta los escritores, pintores, políticos, teólogos, comerciantes. Todos tienen algo que ver con el teatro, todos tratan de utilizarlo para llevar agua a su molino, tratan de aplicarlo al logro de sus propios intereses, y obtener provecho inmediato de su utilización.” Galina Tolmacheva


jueves, 5 de mayo de 2016

No es un mal día




Me duele la panza.
Me duele con ese dolor molesto que no es ni bien un cólico de menstruación, ni el malestar de la descomposición, ni el enfriamiento de la tripa,
no lo es por separado, sino todo,
todo en su conjunto.
En otros días me hubiera recostado, con la manta y la tele a full...
Ahora no puedo, la tesis me está matando, me persigue a ojos cerrados y abiertos, le quita el tiempo a mi Alea, es una maldita moira, una asquerosa moira a la que me debo, de la que dependo, a la que soy adicta.
Soy para ella también su propia moira, desacostumbrada a que nadie la quiera, me trata con recelo, no sabe qué esperarse, sucede con todos a los que no han abrazado, cuando el amor los mira directo a los ojos, lo patean, desconcertados, no saben qué hacer y corren despavoridos.
Me duele la panza
pero Javi me ha dado motivos hoy. Van a montarle un texto, qué felices hemos sido con eso, como niños que comparten sus juguetes, qué felices nos ha hecho esto Javi, debemos recordarlo siempre, para esos días en que tus demonios me persiguen y los míos te abruman...ahora ya no podemos ahogarlos en bares, malditos...bueno yo...yo ya no...¿tú? Ja, hasta la duda ofende.
Me duele la panza
desde las cuatro y media de la mañana en que comencé a trabajar y se me antojaron unos huevitos con tocino, como los de allá, de mi tierra, donde a la gente sí se le antojan los huevitos a las ocho de la mañana.
Fui a saquear los tesoros que guardo en la alacena para las ocasiones especiales, una lata de frijoles refritos negros y una botellita de salsa casera.
Hace tiempo que no almuerzo por la mañana, porque los almuerzos sólo saben bien en México, donde a la gente se le antojan los huevitos a las ocho de la mañana y aquí un almuerzo en soledad no es un almuerzo.
Así que tomo muchos cafés con leche, como Luis, sólo que no han dado resultado para bajar de peso como él afirma que le sucede.
Pero hoy...
preparé muchos huevos, para la mañana y el mediodía.
Una tesista por mucha vocación para la cocina, dispone del tiempo como gotitas de un CH original.
Son casi las nueve de la noche y la luz no se ha ido, los días ahora, aquí, son más largos, mucho más largos de lo que a veces puediera ser soportable.
No lo hubiera imaginado.
Lo supe aquí, de pronto, sin aviso.
Me sigue pareciendo rarísimo.
Los días tuxtlecos son -como deben ser- todos igualitos, su margen de error es mínimo, por eso tenemos -quizá- ese temperamento tan estable, tan peligrosamente estable que ni la peor injusticia logra luego sacudirnos.
Pero hoy, estoy aquí, son mis últimos días, de esta etapa que cerraré pronto, así que los días largos me vienen bien aunque signifique que tenga que soportar más tiempo mi dolor de panza.



martes, 3 de mayo de 2016

¿De qué sabor será tu beso?

¿De qué sabor...
Siento la pregunta en la cabeza y pienso que la siento en las tripas.
Sé que tu beso será el más cotidiano y me gustaría pensar que será el último de mis cruzadas.
Sé que será el más familiar, el más recurrente, pero hoy no sé a qué sabe un beso tuyo.
Hoy, -aunque intuyo que tú no querrás verlo así- para no traicionar expectativas, para no salirse del marco de “tu realidad”…
En la mía HOY, es el día.
La pregunta lleva ahí desde hace tres vidas, las últimas en las que recuerdo que te estaba buscando, que entendí de qué se trataba todo…
Y hoy voy a saber parte de la respuesta…
No dependerá de ello o sí…
Aún la incertidumbre ronda los pasillos de esta biblioteca…
Hay un reloj en cada esquina, que marca jodiendo cada minuto que me acerca a ti…
El estómago -te lo dije- no para de hablarme…intento ignorarlo…
¿A qué sabrá ese beso tuyo?
Creo que a licuado de plátano con chocolate, de los que mi madre me hacía cada mañana antes de mandarme a la primaria.
Ni siquiera nos hemos tomado de la mano, no sé a qué huelen los rincones de tu cuerpo, ni cuál es la temperatura habitual debajo de tu cuello…
Un extraño va a partir de su lugar cotidiano dentro de menos de una hora para encontrarse conmigo e intentar –quizá besarme-, encontrar por primera vez el camino para llegar a mí…
Podría salir corriendo, bloquear todos los accesos para impedirlo, podría ser más tarde o más temprano, tendría solamente que meter todas las cosas a mi bolsa, entregar los libros, cerrar la computadora, bloquear a Aubry y correr, sólo correr por Recoletos hasta la intersección con La Gran Vïa, hasta el número uno de la calle Chinchilla, abrir rápido la puerta y esconderme debajo de mis cobijas…
Aubry me escuchó porque ha dejado de tocar…
¿Será una señal?
He puesto el soundtrack de Amelie, quizá ella pueda ser  mi señal impuesta…
Hoy voy a besarte por primera vez y no sé si ese será un beso absoluto o tibio,
desolador o indiferente,
no sé si voy a fundirme en él,
a perderme en él
o a huir de él…
Hoy vas a besarme por primera vez y no sé si te enterarás de que estaré temblando, de que -seguramente-, tendré una arcada contenida;  que quizá –lo más probable-, sea  que en el momento justo choquen nuestras narices porque no sabremos en qué dirección el otro acostumbra inclinar la cabeza para besar,
 ¿Abrirás los labios?
¿Te gustará mi aliento?
¿Debí dejar de fumar?
Debí de correr cuando era tiempo, ahora el reloj se acerca más a las tres de la tarde, falta menos de una hora y hay cien caballos galopando en el estómago. Otros quizá hablen figuradamente, pero mis caballos son reales, siempre lo han sido, están ahí para recordarme de vez en vez, -cuando la realidad me toca al hombro-, que soy humana, que no puedo huir de ellos, caballos y mariposas y cerdos, todos ahí reunidos, van llegando de a poco hasta que ya no caben y entonces me vienen las arcadas…
Hace frío hoy, en nuestro día hace frío, incluso con la calefacción puesta, no paro de tener frío. Tengo ganas de fumar, de salir corriendo y fumarme un cigarro y me pregunto hasta donde pudiera correr para que no me alcanzaras, ni tú,  ni los recuerdos de lo que un día pudo ser, pero también corrí.
Si tomo un tren a Vitoria podría servir, o quizá con llegar al mar, no importa cuál, aquí todos estarán fríos y no me veré obligada a meterme, tendré la excusa perfecta para sentarme por horas sólo a contemplarlo y preguntarme :

¿A qué sabrá un beso tuyo?

martes, 26 de abril de 2016

Historias de hospital. El Gregorio Marañón.

Retomo esta historia pasada hace ya cerca de un par de años por dos razones distintas; la primera porque será la que apertura una serie de anécdotas hospitalarias y la segunda porque tiene que ver con el amor, tema recurrente en mí, pero éste es uno especial, el amor de Luis.

Los hospitales y yo tenemos una relación de muchos años, hemos aprendido a convivirnos, a tolerarnos, yo los defiendo públicamente y ellos a cambio me regalan historias y la oportunidad de poder escribirlas ahora mismo, sin más. 
Puedo enumerar muchas razones que me  hacen decir que un hospital tiene caras diversas, amable, amorosa, educativa y hasta graciosa. 
Es difícil pensar que en medio del dolor, cuando lo que menos quieres o puedes hacer es pensar en la cara amable de nada, yo diga que sí se puede. Deviene quizá de la opción, de no tener otra.

Esta historia originalmente comenzaba así: 

Para que luego no se piense que sólo en México hay mala atención médica debo constar que gracias a la vesícula he caído en varios hospitales de países distintos y no he encontrado mucha diferencia entre ellos.
El martes pasado le tocó el turno al hospital Gregorio Marañón de Madrid.
Un día antes caí ante el pecado de una ensalada de salchichas con pico de gallo, mucho limón y unos chiles de Pakistán que en sabor se parecen mucho a los jalapeños, descubrirlos fue el pecado.
Y bueno claro, también que la ensalada era mucha, que previamente había cenado en casa de unas cariñosas amigas italianas, en donde me  había tomado "algunas cervezas" y bueno…la ensalada sólo fue la gota que derramó el vaso…
Al despertar.  el dolor fue –como siempre-, apenas una sugerencia. Así que haciendo caso omiso del primer síntoma, tuve la brillante idea de salir al refrigerador por un litro de yogurth para beber y esperar a que el dolor pasara. 
Obviamente no fue así, el dolor se incrementó y en poco tiempo yo ya no salía de la taza del baño devolviendo generosamente toda la cena del día anterior…

(Aquí es donde se entrecruza la historia de amor que en la versión original no aparecía, algún día escribiré el por qué)
Sonó el celular y del otro lado se escuchó la voz amable de Luis (que en realidad respondía a su campaña de conquista).

-"Hola, ¿qué tal?¿Cómo amaneciste?
-Mal, muy mal.
-¿Por qué? ¿Qué te pasa?
-La vesículaaaaaa, me está jodiendo otra vez.
-¿Qué vas a hacer? ¿Necesitas algo? ¿Quieres que te vaya a ver?
-Síiiii, por favor.
-Vale, pero recuerda que voy a tardar como una hora u hora y media.
-Vale, te espero.
-¿Segura?
-¡Qué vengasssss yaaa!
-Vale, vale, vale, ya salgo, ahora te veo.

Quise pensar que podía hacerlo, que podía aguantar el dolor y esperar a que viniera, no sabía qué hacer, me sentía muy mal.
No calculé bien y pasados cerca de veinticinco minutos sólo con la pijama puesta, me puse el abrigo encima y salí corriendo a tomar el primer taxi y decirle que me llevara al hospital más cercano, Comenzó a enumerar opciones, a preguntar cosas, pero creo que yo ya estaba morada, así que lo último que recuerdo fue que dijo el Gregorio Marañón y que yo le dije que sí…En medio me volvió a marcar Luis para decirme que estaba llegando a casa, que estaba buscando estacionamiento y que...

-Nooooooooo, que no, que ya no estoy en el piso, 
-¿Qué? No te oigo
-¡Que ya no estoy en el pisoooooooo!
-¿Y dónde estás ahora?

Quedó de ir lo más pronto que pudiera para allá y yo pensé que era una suerte tener a alguien que hiciera eso por ti, a pesar de que le había dado aire ya muchas veces...
En la recepción vino otra de mis preocupaciones. Para ese momento me faltaba ,muy poco para ir de vacaciones a México y mi seguro de gastos médicos mayores se había acabado hace muy pocos días y para lo que restaba para irme no quise renovarlo. Ahora estaba ahí, en urgencias, frente a la pregunta de la malencarada de turno que atiende siempre la recepción de cualquier hospital del mundo
:
-¿Número de seguridad social?
-No tengo-
-¿Seguro médico?
-No tengo

Pensé que me mandarían a mi casa más rápido que de inmediato, sin embargo,  siguió el trámite. Tomó mis datos generales y terminó diciendo:

-La van a llamar en aquella sala, la factura le llegará después a la dirección que nos dio.

Quise espantarme pensando en la palabra factura, seguida de euros, pero ya a esas alturas, casi no podía ni pensar mucho, ni poco,  en nada.

En fin...

Las tardanzas son las mismas aquí y allá  y cuando te ingresan después de revisarte y hacer una traducción de lo que unos llamamos de una forma y otros llaman de otra, te ingresan a una sala comunitaria de estos sillones tipo reposet donde conviven todos los enfermos que están en tránsito de algo, ya sea porque no hay camas para ingresarlos o porque ahí mismo se les canaliza o se les administra oxígeno, una verdadera galería del dolor… así que por lo menos en México la mayoría de las veces te acuestan en una cama…
Yo busqué mi rinconcito y mientras transcurrieron los dos sueros que me pusieron me mantuve  dormida para hacer menos larga la espera.
Cuando todo esto terminó alrededor de las siete de la tarde, pedí a una enfermera que me dejaran salir, la enfermera se fue y en un rato una médica gritaba a lo lejos mi nombre, en lo que corrí para alcanzarla había desaparecido, la enfermera juzgó que no estaba bien que la doctora no hubiera llegado hasta la última sala donde nos encontrábamos y que iría por ella.
Salió y nunca más la volví a ver…
Mientras esperaba que alguna médica volviera a gritar mi nombre, en algún momento se escucharon gritos y gente corriendo por los pasillos, un preso de mínima estatura y con serias dificultades para andar se les había escapado a dos guardias civiles enormes -y guapísimos por cierto-, que lo perseguían, todo mundo sobresaltado…
¿Yo? 
Emocionada por algo de acción.
Los pasillos se llenaron de gente que corría, gritaba, se hacía a un lado, caras de expectación, de miedo, de incertidumbre, por lo menos los acompañantes de los enfermos -que también estaban ahí mismo-, podían moverse y averiguar qué pasaba, los enfermos estábamos condenados a la relación material y depndiente que teníamos con los sueros atados a  nuestras venas, 
Al final lo atraparon y redoblaron la guardia…
Gente iba y venía y yo comencé a preguntarme por qué nadie me llamaba a mí. Vencí mi acostumbrada timidez y comencé  a cuestionar a  todos que sistemáticamente me mandaban a la chingada, descarté que se debiera a racismo porque lo hacían con todos sin distinción…

Mientras todo eso ocurría, Luis me mandaba mensajes a cada rato, había instalado una especie de campamento en una cafetería cercana al hospital y amenazaba con que tardara lo que tardara, él estaría ahí. Yo seguía un poco asombrada, pensaba que eso de alguna manera me obligaba a quererlo, un poco cuando menos,  y eso me gustaba aún menos. Ahora que, viéndolo bien y sin que tuviera que aceptarlo abiertamente a mí misma, sus actos se movían un poco hcia cierto sentido de agrado, muy, pero muy allá en el fondo del corazón.

Mientras pensaba en esto, escuché a una mujer de avanzada edad cuando la enfermera le dijo que tenía que volver a inyectarla: 

-¡Ay hija, pero con cuidado por favor, es que yo en verdad soy un manojo de nervios!

Un rato más tarde un hombre -como de treinta años, robusto y fuerte, muy robusto y muy fuerte-, fue sentado junto a ella y cuando la enfermera iba a meter la aguja por primera vez, él comenzó a palidecer y a temblar, le preguntó la enfermera si se sentía bien y respondió: 

-No, es que no lo llevo bien con las agujas…

A lo que la mujer de un lado de él -la del manojo de nervios- le dijo: 

-¡Ay tan grandote y tan cobarde!

El hombre aguantó el primer pinchazo, pero al segundo empezó a decir que estaba mareado y que quería vomitar y la mujer seguía repitiendo lo mismo: 

-¡Tan grandote y tan cobarde…
-¡Mamá yaaaaa! 
La regañaba su hija. Hasta que por fin lo recostaron y se tranquilizó.

Le insistí a la que tenía pinta de ser de servicio social si podía ver por qué desde hace mucho tiempo nadie me daba razón de nada y me dijo: 

-Estamos en tiempo, 
-¿En tiempo?
-De dos a tres horas es estar en tiempo 

Me respondió…
Jooooooooooooooooooooo, pensé.

Después de mucho atormentar a medio pueblo la médica que me había atendido inicialmente y después de intentar regañarme porque según ella todo estaba dentro del protocolo regular, prometió ir a buscar mis papeles y al volver me dijo: 

-No sé qué pasó aquí pero según dice el reporte la han llamado múltiples veces y está anotada en el sistema como SALIDA POR FUGA…

-¿Que yo qué?


Prometió arreglarlo todo y al volver después de doce horas transcurridas entre fugas, escenarios dantescos y mi primer acta formal por fuga me dieron de alta, salí lo más pronto que pude de urgencias mientras una familia árabe entraba a la sala de espera abrazando a una mujer a la que le sangraba un ojo y un hombre llorando a gritos se quedaba en la puerta…yo huí de ahí lo más pronto posible…

Llamé a Luis que iba ya por el café número veinte -seguro-. Antes de salir de la cafetería y al ir a pagar la cuenta, el camarero le dijo que le descontaba un café, porque lo había pagado una mujer que estuvo ahí como a eso de las cuatro o cinco. Yo insistí en saber más, ¿cómo puede suceder eso? ¿así? ¿de la nada?

Con mis celillos ahí arremolinados, salimos a buscar el carro, Luis sabía que estaba cerca, por ahí, en un estacionamiento, pero no se acordaba cuál, ni de la calle, ni nada. Ahí comencé a saber que mi novio es muy despistado, muy, muy despistado.

Después de caminar muchas cuadras, mientras me confesaba que había sido un gran esfuerzo el entrar a Madrid, porque allá, en su pueblo, en donde vive con sus padres, no hay tráfico, encontramos el lugar, yo seguía en pijama y con abrigo, me subí al auto y de camino a casa me enteré que después de casi nueve horas ahí aparcado, había tenido que pagar casi sesenta euros, unos mil pesos.

Me quise morir.

De camino a casa, ya cerca de la media noche, al verlo conducir,  también supe que además de despistado, Luis era de un temperamento exótico, nervioso, extraño. 

Intentamos seguir el gps y en alguna de esas calles en que la vialidad es como muy rara, y la señorita te da indicaciones contradictorias, él frena, ella dice retorno, yo digo, no por ahí no, el carro de atrás no se entera de la confusión y...

¡Mi primer accidente vial en Madrid! 

¡No puede ser! 

¿Y ahora qué? Lo que me faltaba...

¿Acaso terminaré el día en la cárcel? 

¡Ay no por dios y en pijama!

Luis tiene el don de la palabra, él habla mucho, siempre, habla y habla; habla por él, por mí, ahora por Alea, habla hasta con las plantas. 
Luis habla todo lo que a mí no me gusta hablar...
Así que en menos de lo que canta un gallo, estaba ya de vuelta en el carro y se despedía animoso del otro conductor, que además le sonreía.

La vesícula me dejó en paz un tiempo, el necesario para llegar a casa. No quería que explotara ahí en Madrid, donde estaba sola. 

En aquellos tiempos en que aun no sabía que ni estaba sola, ni que ya estaba en casa.

sábado, 23 de abril de 2016

Un domingo

Son las siete y media de la mañana, estoy trabajando desde las cuatro en transcribir conceptos dramáticos que se intentan alejar cada vez más del drama, pero siguen “mareando la perdiz” con el “ser o no ser” del drama.
Veo amanecer por la ventana, un pajarillo se posa sobre el balcón, pienso en lo bucólico del paisaje mientras otro pajarillo se azota contra el que estaba en el balcón y ambos caen al vacío, supongo que están bien, para eso tienen alas ¿no? para tener el privilegio de aventarse temerosos al vacío y poder levantar el vuelo antes de tocar con sus alas el piso.
Mi hija y su padre duermen en la habitación, espero escuchar el primer llantito de Alea para tener el pretexto de dejar el trabajo y volver a acurrucarme con ellos en la cama.
De vez en cuando estiro las piernas, pienso en que Fabiola está cruzando en un avión el charco, emprendiendo la aventura que yo misma hice hace cinco años, qué emoción.
También pienso en que es domingo y que quizá en otros años estaría apenas volviendo a casa, tropezando me arrastraría hasta mi cama para comenzar a dormir el domingo entero, qué nostalgia y qué alivio no tener que despertar otra vez a la resaca.
(Falsa alarma, apagué la luz del escritorio y tomé el último texto de Pavis para intentar leerlo en la cama junto a ella, pero no era cierto, al llegar estaba de nuevo quieta, pegada a su padre como una pequeña joroba de quita y pon, oportunidad perdida de volver al útero)
Es domingo.
Para desestresarme de tanta teoría teatral me meto al feisbuc y leo que Arit a quien no conozco personalmente, pero virtualmente quiero creer que un poco, está harta de estar ahí, en el feis.
Me gustan sus publicaciones, aguerridas, se enoja, lo dice, trata de ser “buena” en los términos que nos enseñaron, en los que sabemos y me atrevo a hablar en plural porque, aunque la imagino mucho más joven que yo, la leo compañera generacional, todavía hijas de ese pensamiento de hippie trasnochado al que no hemos sabido despedir.
Perdóname Arit por incluirte en mis asquerosas generalizaciones, es sólo que te leo y cuando lo hago pienso que no estamos solos, que hay otros como uno que todavía cree -a la antigüita- que todavía hay esperanza, que esas horribles teorías de la conspiración no son ciertas y que el futuro depende de nosotros.
Y quiero creerlo, me urge creerlo, porque sé que también compartimos el tener hijos, junto a la angustia de un futuro que nos excede por mucho.
Y no tenemos más que eso, la fuerza de nuestra palabra, de nuestras pequeñas batallas virtuales y burguesas y por lo menos ahí, que sepas que no estás sola, que somos muchas y que, aunque mañana ya no compartamos ideas, hoy nos encontramos en tu noche de sábado y mi mañana de domingo para leernos, para sabernos, para decir que un día, una y otra “caminó detrás de sus palabras”.
Es domingo aquí ya y yo tengo que volver a las estructuras dramáticas o a las pequeñas manos de Alea…


lunes, 11 de abril de 2016

Sobre la violencia

Pensar en la violencia hacia las mujeres en México, en la violencia en general, es -sin lugar a dudas- remitirse a pensar ¿qué está haciendo esta sociedad con sus niñas y niños para generar adultos que actúan con tanta saña, tanto dolor, tanto odio? 
No se trata de mirar solamente al adulto agresor que puede perfectamente no generarnos ninguna empatía, sino imaginarse al niño abandonado, sometido, maltratado, violentado que fue antes. 
Antes de encarnar todo nuestro rechazo, ese adulto fue un niño al que le fallamos todos, cada uno de nosotros. Ese niño fue nuestro vecino al que preferimos ignorar cuando escuchábamos que le pegaban sus padres hasta el cansancio, pensando que era mejor no meterse. Era el niño que nos limpia los zapatos con total naturalidad, al que sabemos que estamos explotando y que no tiene ninguna garantía de un porvenir por lo menos digno. Es la niña a la que educamos como princesa desprovista de herramientas necesarias para defenderse con fuerza de la furia que le espera allá afuera. Son todos nuestros niños a los que hemos abandonado, a los que hemos maleducado imponiéndole ejemplos de corrupción, de valemadrismo, de “no me meto, porque no es mi pedo”, de…
La violencia no se trata de ricos o pobres -aunque los factores económicos influyen en los números y estadísticas de las campañas y los recursos retóricos de los políticos-, la violencia se trata de soledad, de desamor, de infortunio. Se trata de noticias de padres que llevaban a sus niños en la moto y los mataron imprudencialmente al derraparse en un accidente, que se quedaron encerrados en la casa y murieron quemados, de ser uno de los siete hijos de una familia a la que no le alcanza para las tortillas; pero se trata también de los huérfanos del dinero, a los que la doble moral de este país les ha hecho creer que la vida de los otros no vale la pena, a los que se criaron con la servidumbre y sus padres no los voltearon a ver hasta que ya fue demasiado tarde. Se trata del infortunio, de la buena o mala suerte del lugar y las personas con las que te tocó nacer, un poco como el designio trágico de los héroes griegos, “ya se veía venir y nadie podía hacer nada para evitarlo” …
Pero en este país tenemos la vocación de siempre echarle la culpa al otro y no mirar “la viga en el ojo nuestro”; será entonces la culpa del gobierno, de los padres del violador, de no rezar…
Mientras tanto seguimos cosechando los futuros narcos, políticos, princesas, machos, conductores de Televisa o como decían las madres de un reconocido colegio privado de mi bello estado de Chiapas en un festival del día del maestro “gracias por educar a los futuros líderes de este estado”.
Mientras tanto la violencia no toca a la puerta de alguno de nosotros sigamos pensando que no es responsabilidad nuestra y que es de alguien más, quizá sea la única forma de poder dormir tranquilos pensando que por esta noche todo irá bien.