lunes, 11 de abril de 2016

Sobre la violencia

Pensar en la violencia hacia las mujeres en México, en la violencia en general, es -sin lugar a dudas- remitirse a pensar ¿qué está haciendo esta sociedad con sus niñas y niños para generar adultos que actúan con tanta saña, tanto dolor, tanto odio? 
No se trata de mirar solamente al adulto agresor que puede perfectamente no generarnos ninguna empatía, sino imaginarse al niño abandonado, sometido, maltratado, violentado que fue antes. 
Antes de encarnar todo nuestro rechazo, ese adulto fue un niño al que le fallamos todos, cada uno de nosotros. Ese niño fue nuestro vecino al que preferimos ignorar cuando escuchábamos que le pegaban sus padres hasta el cansancio, pensando que era mejor no meterse. Era el niño que nos limpia los zapatos con total naturalidad, al que sabemos que estamos explotando y que no tiene ninguna garantía de un porvenir por lo menos digno. Es la niña a la que educamos como princesa desprovista de herramientas necesarias para defenderse con fuerza de la furia que le espera allá afuera. Son todos nuestros niños a los que hemos abandonado, a los que hemos maleducado imponiéndole ejemplos de corrupción, de valemadrismo, de “no me meto, porque no es mi pedo”, de…
La violencia no se trata de ricos o pobres -aunque los factores económicos influyen en los números y estadísticas de las campañas y los recursos retóricos de los políticos-, la violencia se trata de soledad, de desamor, de infortunio. Se trata de noticias de padres que llevaban a sus niños en la moto y los mataron imprudencialmente al derraparse en un accidente, que se quedaron encerrados en la casa y murieron quemados, de ser uno de los siete hijos de una familia a la que no le alcanza para las tortillas; pero se trata también de los huérfanos del dinero, a los que la doble moral de este país les ha hecho creer que la vida de los otros no vale la pena, a los que se criaron con la servidumbre y sus padres no los voltearon a ver hasta que ya fue demasiado tarde. Se trata del infortunio, de la buena o mala suerte del lugar y las personas con las que te tocó nacer, un poco como el designio trágico de los héroes griegos, “ya se veía venir y nadie podía hacer nada para evitarlo” …
Pero en este país tenemos la vocación de siempre echarle la culpa al otro y no mirar “la viga en el ojo nuestro”; será entonces la culpa del gobierno, de los padres del violador, de no rezar…
Mientras tanto seguimos cosechando los futuros narcos, políticos, princesas, machos, conductores de Televisa o como decían las madres de un reconocido colegio privado de mi bello estado de Chiapas en un festival del día del maestro “gracias por educar a los futuros líderes de este estado”.
Mientras tanto la violencia no toca a la puerta de alguno de nosotros sigamos pensando que no es responsabilidad nuestra y que es de alguien más, quizá sea la única forma de poder dormir tranquilos pensando que por esta noche todo irá bien.

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