¿De qué sabor... |
Siento la pregunta en la cabeza y pienso que la siento en las
tripas.
Sé que tu beso será el más cotidiano y me gustaría pensar
que será el último de mis cruzadas.
Sé que será el más familiar, el más recurrente, pero hoy no
sé a qué sabe un beso tuyo.
Hoy, -aunque intuyo que tú no querrás verlo así- para no
traicionar expectativas, para no salirse del marco de “tu realidad”…
En la mía HOY, es el día.
La pregunta lleva ahí desde hace tres vidas, las últimas en
las que recuerdo que te estaba buscando, que entendí de qué se trataba todo…
Y hoy voy a saber parte de la respuesta…
No dependerá de ello o sí…
Aún la incertidumbre ronda los pasillos de esta biblioteca…
Hay un reloj en cada esquina, que marca jodiendo cada minuto
que me acerca a ti…
El estómago -te lo dije- no para de hablarme…intento
ignorarlo…
¿A qué sabrá ese beso tuyo?
Creo que a licuado de plátano con chocolate, de los que mi
madre me hacía cada mañana antes de mandarme a la primaria.
Ni siquiera nos hemos tomado de la mano, no sé a qué huelen
los rincones de tu cuerpo, ni cuál es la temperatura habitual debajo de tu
cuello…
Un extraño va a partir de su lugar cotidiano dentro de menos
de una hora para encontrarse conmigo e intentar –quizá besarme-, encontrar por
primera vez el camino para llegar a mí…
Podría salir corriendo, bloquear todos los accesos para
impedirlo, podría ser más tarde o más temprano, tendría solamente que meter
todas las cosas a mi bolsa, entregar los libros, cerrar la computadora,
bloquear a Aubry y correr, sólo correr por Recoletos hasta la intersección con
La Gran Vïa, hasta el número uno de la calle Chinchilla, abrir rápido la puerta
y esconderme debajo de mis cobijas…
Aubry me escuchó porque ha dejado de tocar…
¿Será una señal?
He puesto el soundtrack de Amelie, quizá ella pueda ser mi señal impuesta…
Hoy voy a besarte por primera vez y no sé si ese será un
beso absoluto o tibio,
desolador o indiferente,
no sé si voy a fundirme en él,
a perderme en él
o a huir de él…
Hoy vas a besarme por primera vez y no sé si te enterarás de
que estaré temblando, de que -seguramente-, tendré una arcada contenida; que quizá –lo más probable-, sea que en el momento justo choquen nuestras
narices porque no sabremos en qué dirección el otro acostumbra inclinar la
cabeza para besar,
¿Abrirás los labios?
¿Te gustará mi aliento?
¿Debí dejar de fumar?
Debí de correr cuando era tiempo, ahora el reloj se acerca
más a las tres de la tarde, falta menos de una hora y hay cien caballos
galopando en el estómago. Otros quizá hablen figuradamente, pero mis caballos
son reales, siempre lo han sido, están ahí para recordarme de vez en vez, -cuando
la realidad me toca al hombro-, que soy humana, que no puedo huir de ellos,
caballos y mariposas y cerdos, todos ahí reunidos, van llegando de a poco hasta
que ya no caben y entonces me vienen las arcadas…
Hace frío hoy, en nuestro día hace frío, incluso con la
calefacción puesta, no paro de tener frío. Tengo ganas de fumar, de salir
corriendo y fumarme un cigarro y me pregunto hasta donde pudiera correr para
que no me alcanzaras, ni tú, ni los
recuerdos de lo que un día pudo ser, pero también corrí.
Si tomo un tren a Vitoria podría servir, o quizá con llegar
al mar, no importa cuál, aquí todos estarán fríos y no me veré obligada a meterme,
tendré la excusa perfecta para sentarme por horas sólo a contemplarlo y
preguntarme :
¿A qué sabrá un beso tuyo?
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