miércoles, 13 de febrero de 2013

Anecdotario parte no. 4.




-Soy yo Truchita.
-Sí
-Concéntrate en lo que te voy a decir. Antes que todo estamos bien, tuvimos un accidente, pero estamos bien, mi mamá sólo tiene una lastimada en la pierna. Ponle crédito a mi celular y trata de ubicar el lugar del accidente, tienes que estar tranquila porque vas a avisarle a la familia. No sé hasta qué hora voy a poder marcarte, tengo que colgar.
-Sí, está bien, sí.
Guardé el celular en  la mochila, los gritos de fondo eran cada vez más desesperados.
-¡Ayúdenme por favor, no puedo salir de aquí, ayúdenme! Y no puedo menos que recordar todas las series de médicos y las películas de rescate, nadie podrá hacer nada hasta que vengan los bomberos y puedan abrir los fierros, mientras sólo podemos escucharlos.
¡Sólo podemos escucharlos!

Mi madre sigue tentaleando por debajo de su asiento improvisado, rastreando con las manos su bolsa en el piso, como en automático.
-No  busques más mamita, no estamos en nuestro lugar., no busques.
-¿No?
-No.

Los hombres han comenzado a reaccionar, toman los martillos, tapo los ojos de mi madre y cierro los míos, uno, dos, tres martillazos, las ventanas no se vencen,  alguien grita:
-¡Con los pies! ¡Dale una patada! ¡Con los pieeeeeeeeeees!
Por fin se ha vencido.
-Mamá vamos a esperar ¿viste? No vamos a ser las primeras porque taparíamos el paso y debemos dejar salir primero a los que sí pueden caminar. ¡Aguanta! ¡Aguanta ya vamos a salir!
No recuerdo haber visto a la gente salir, ni el tiempo transcurrido, no recuerdo más que ver a niños pasando de brazo en brazo hasta las salidas improvisadas por las ventanas de cada lado del autobús, las cadenas de siluetas humanas rescatando, rescatando, rescatando…
Una pipa fue colocada de un lado para poner al alcance de los heridos su escalera lateral.
 ¿Y los hombres?
 Tendiéndose la mano…

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