Fragmentos de un diario de viaje.
Un
día emprendí el camino hacia el viejo continente buscando llegar por
primera vez a Madrid. Como buena mochilera busqué los vuelos más baratos
que resultaron ser unos que sólo tienen como destino Bruselas, capital
de Bélgica.
Pensé que era un buen lugar para comenzar a descubrir
los secretos del viejo continente así que convencí a mi compañer@ de
viaje de comprar esas gangas.
Nunca pensé que los idiomas fueran un
problema, aunque pobre insulsa monolingüe -al igual que mi compañer@-,
siempre defendí mi virginidad lingüística con la teoría de que ante
cualquier problema: el idioma universal es el amor.
Lo terminé de
creer después de un día completo dando vueltas por la periferia de esa
lejana ciudad, no entendíamos absolutamente nada, ni los letreros de los
buses, ni cómo sacar los boletos de esas máquinas del infierno que no
entendieron nunca de amor...después de muchas horas perdidas vagando sin
esperanza logramos llegar al hospedaje, una linda casita como las que
vienen en las cajitas de chocolate y mientras emocionada me sumergía en
las cobijas cavilé una nueva máxima que propondré debe modificar a la
que sirvió de base: PREGUNTANDO SE LLEGA A ROMA...PERO SI SABES EL
IDIOMA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario