miércoles, 13 de febrero de 2013

Fragmentos de un diario de viaje.

Un día emprendí el camino hacia el viejo continente buscando llegar por primera vez a Madrid. Como buena mochilera busqué los vuelos más baratos que resultaron ser unos que sólo tienen como destino Bruselas, capital de Bélgica.
Pensé que era un buen lugar para comenzar a descubrir los secretos del viejo continente así que convencí a mi compañer@ de viaje de comprar esas gangas.
Nunca pensé que los idiomas fueran un problema, aunque pobre insulsa monolingüe -al igual que mi compañer@-, siempre defendí mi virginidad lingüística con la teoría de que ante cualquier problema: el idioma universal es el amor.
Lo terminé de creer después de un día completo dando vueltas por la periferia de esa lejana ciudad, no entendíamos absolutamente nada, ni los letreros de los buses, ni cómo sacar los boletos de esas máquinas del infierno que no entendieron nunca de amor...después de muchas horas perdidas vagando sin esperanza logramos llegar al hospedaje, una linda casita como las que vienen en las cajitas de chocolate y mientras emocionada me sumergía en las cobijas cavilé una nueva máxima que propondré debe modificar a la que sirvió de base: PREGUNTANDO SE LLEGA A ROMA...PERO SI SABES EL IDIOMA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario